El día que llegué a mi nueva casa no sabía muy bien en donde me había metido. Mi sueño de ser periodista me había traído hasta aquí sin saber muy bien donde, tomando pequeñas decisiones empezaba mi aventura fuera de casa y supongo que mi transformación a una persona más o menos adulta.
Lo único que tenía en la cabeza era que no podía rendirme, llevaba persiguiendo esto demasiado tiempo para tirar la toalla, sin embargo cuando entré por la puerta de esa facultad el testimonio de la mayoría de la gente no era lo que yo había esperado.
La crisis global ha provocado una caída mayor si cabe en el periodismo, el gran problema del cuarto poder, la desaparición del papel, el trabajo duro y mal pagado, el enchufismo y una larga lista de etc me llevaron a plantearme si mi vocación me llevaría a depender de mis padres por los menos hasta los treinta.
Sin embargo, no va conmigo rendirme, es verdad que no hay trabajo para los periodistas ni para nadie así que ya de cobrar poco y trabajar mucho que sea haciendo algo que me gusta. También es verdad que alguien tendrá que contar lo mal que va el mundo, destapar la cantidad de ladrones que tenemos en el poder o contar algún rasgo de esperanza, nunca se sabe.
Ya son muchos días paseando por las clases, escuchando a periodistas y profesores que intentan enseñarnos la mejor forma de hacer nuestro trabajo. Hay muchas formas de trabajar en este mundo, lo importante es creer, crecer, aprender, defender nuestra capacidad de opinar y de contar la realidad como es.
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